Por Francisco FLORES TRISTÁN
La “tragedia, nunca mejor dicho, griega”, parece a punto de consumarse. No sé lo que pasará el domingo pero mucho me temo que sea cual sea el resultado de las urnas el futuro de Grecia se presenta cada vez más negro.
¿Cómo se ha llegado a esto? Una parte es lo ya sabido. Desde 2010, cuando el nuevo Primer ministro Yorgos Papandreu anunció que el déficit griego era muy superior al reconocido por el anterior Gobierno, (un 12,7% en vez del 3,7%) se han ido sucediendo los rescates por parte de la Troika a cambio de políticas de austeridad basadas en la reducción salarial a funcionarios y pensionistas, el despido de muchos funcionarios y el aumento de los impuestos, políticas de austeridad que han provocado un brutal descenso del PIB griego que justifican el nombre de “austericidio” con el que son frecuentemente conocidos. A la postre estas medidas no solo han supuesto enormes sacrificios para la población griega sino que han debilitado su economía de tal forma que cada vez está más lejos la posibilidad de que los acreedores cobren su deuda. La mayoría de los analistas, incluso en el campo de los acreedores, opinan que la deuda griega al menos la mayor parte es incobrable. De ahí que muchas voces, dentro y fuera de Grecia hayan reclamado una quita, la anulación o perdón de una parte sustancial de la deuda.
Contrariamente a lo que alguno pudiera pensar esto se ha hecho más de una vez en la Historia, desde los monarcas españoles de la Casa de Austria que declararon varias veces la bancarrota negándose a pagar a los acreedores. Pero no hace falta remontarse tan atrás. En 1953, mediante el Tratado de Londres 25 países acreedores perdonaron a Alemania el 62% de su deuda acumulada desde la I Guerra Mundial. Con esta fórmula hicieron posible la recuperación económica de Alemania, el llamado “milagro alemán”. Por otra parte EEUU, tras la II Guerra mundial aprobaron el famoso “Plan Marshall” mediante el que desembolsaron miles de millones de dólares como ayuda a la reconstrucción a la Europa devastada por la guerra. Cierto que tanto EEUU como los acreedores de Alemania no obraron así simplemente por solidaridad. Sabían que la recuperación de Europa y de Alemania acabaría beneficiándoles al final por la multiplicación del comercio y de los beneficios. Pero obraron con “amplitud de miras”, lo contrario de la postura de la troika con Atenas. Grecia no ha encontrado tanta generosidad en sus acreedores. La postura de Alemania y de la Troika en general se ha parecido más a la de Clemenceau cuando al final de la I Guerra mundial dictaminó el “Alemania pagará”. Es lógica la desesperación e indignación de la mayoría de los griegos, sobre todo si se tiene en cuenta que han sido 5 largos años de recesión y austeridad. Y es lógico que en las pasadas elecciones de finales del año pasado dieran el triunfo a Syriza que les prometía acabar con esas políticas.