Por Francisco ACOSTA ORGE Me parece oportuno trasladar a los lectores de Campo Abierto, algunas consideraciones sobre este […]
Trabajo
Por Javier ARISTU Lo peor que puede ocurrir cuando se está en la actividad política es que la […]
Por Francisco ACOSTA ORGE ¿Una nueva ofensiva en ciernes para debilitar al sindicalismo de clase? Entre los efectos […]
Por José BABIANO y Javier TÉBAR El pasado ocho de mayo, el mismo día que se llegó al […]
Por Javier TÉBAR La parte de un nuevo abecedario se impone estos días, sucediéndose o superponiéndose a otras […]
Por Javier ARISTU Mi historia con Twiter es complicada. Paso del silencio más absoluto a una cierta compulsión. […]
Por Javier ARISTU
¿Qué hacen los sindicatos? ¿Dónde están los sindicatos? Son preguntas que he venido oyendo a lo largo de estos últimos años, años de crisis de las estructuras intermedias de la sociedad, tiempos de zozobra donde caen instituciones hasta ahora indiscutibles y se levanta un murmullo de crítica indiscriminada contra todo lo que sea ejercer una tarea de representación de la gente. Dentro de ese rumor, muchas veces elevado en el volumen por medios de comunicación muy interesados, los sindicatos aparecen destacados en el descrédito y demérito. Hablo de los sindicatos de clase; los corporativos, amarillos y gremiales no suelen recibir las mismas críticas desde esos círculos del poder mediático, curiosamente.
Por Francisco ACOSTA ORGE
Nunca será suficiente y satisfactorio, el análisis de la acción sindical y el papel de la clase trabajadora o asalariada en las actuales y complejas formas de las sociedades modernas y desarrolladas, extendidas en la mayoría de las zonas geográficas del planeta. Un tipo de actividad organizada, como es la del sindicalismo, nacida casi a la par del nacimiento del capitalismo y la posterior expansión de la industrialización, tiene por fuerza que, para evitar desaparecer o quedar reducida a una forma testimonial e histórica, configurarse de cara al futuro, sin perder de vista la fuerza del valor del trabajo, como valor de cohesión social incuestionable y determinante para que los ideales de bienestar y justicia social, sean mantenidas en el devenir histórico de la humanidad.
Por Javier ARISTU
Resulta difícil seguir al día el frenético ritmo de la actualidad política española y, en este momento ya, europea. Llevamos un año loco. Desde la moción de censura a Rajoy se han celebrado elecciones andaluzas, generales, europeas y autonómicas. Solo queda por aclarar definitivamente el terreno de los próximos cuatro años unas previsibles elecciones catalanas, bien en este otoño próximo o bien recién comenzado 2020. Y, si echamos la vista hacia atrás solo cinco años, la mirada nos lleva a un ciclo dislocado y cambiante como pocos ha habido en la reciente historia de nuestro país y, repito, de Europa. Por un lado, todo ha saltado por los aires pero, por otro, hay cimientos y estructuras que se mantienen. Estamos, por tanto, en una situación compleja y contradictoria donde se mezclan elementos de cambio sustancial del país y otros de permanencia de viejas estabilidades.
Por Juan JORGANES
La ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, ha declarado que “nadie se ha tomado en serio” la entrada en vigor del registro obligatorio de la jornada laboral. Según datos oficiales, en España no se pagan 2,6 millones de horas extraordinarias a la semana, de un total de 5,7 millones. A finales de 2015, se contabilizaron 3,5 millones de horas extras impagadas. Casualmente, 48 horas después de la entrada en vigor del decreto, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea daba la razón a CC OO ante la sentencia del Tribunal Supremo español que consideró innecesario el registro de la jornada por parte de las empresas para delimitar la diferencia entre jornada ordinaria y la realización de horas extraordinarias.