Por Carlos ARENAS POSADAS
Mi amigo y cobloguero Javier Aristu ha dedicado tres entradas de En Campo Abierto a glosar el libro de Alberto Garzón “La Tercera República”. Desde el respeto, pero también desde la perplejidad, Javier se manifiesta crítico con algunas de las tesis expresadas por el joven parlamentario de Izquierda Unida. Digo desde la perplejidad porque no acaba de entender que un miembro cualificado del PCE como Garzón haga de la “República” el objetivo estratégico de la izquierda, y de los “ciudadanos” el sujeto colectivo revolucionario, en detrimento del “comunismo” como meta final y de la “clase obrera” como el grupo social que debería conducir la sociedad a un mundo mejor.
Vivimos en una encrucijada histórica en la que existen fuertes incertidumbres sobre lo por venir. Es lógico, por tanto, que se manifiesten inquietudes y dudas acerca de nuevos movimientos políticos de izquierda que apuntan ideales que apenas se concretan en fórmulas alternativas de gobernanza y que, por tanto, comunican una cierta sensación de conducirnos al vacío, a lo desconocido. En estas circunstancias, es lógico que se apueste por el “déjà vu” y se resalten las posibilidades que aún tienen, eliminando los vicios propios de la “casta”, los instrumentos de transformación social que han usado las izquierdas de inspiración socialdemócrata o eurocomunista en las últimas décadas: la democracia parlamentaria –antes que la democracia directa-, la participación en las instituciones vigentes para transformarlas desde dentro –antes que destruirlas-, la conservación y ampliación del Estado del Bienestar.