Por Ulrich BECKT

“Estamos en la calle para protestar contra los recortes a la escuela pública: ¿Cómo vamos a salir adelante si en nuestra escuela no hay suficientes pupitres?”
Así justificaba un estudiante de Turín su participación en la huelga europea de la pasada semana. Hace justamente un año y medio éramos espectadores de una primavera árabe que nadie se la esperaba. De golpe, regímenes autoritarios colapsaron bajo el empuje de los movimientos democráticos de protesta organizados por la “Generación Global”. Tras la primavera árabe, ¿Podría llegar un otoño, un invierno o una primavera europea? Las huelgas de las últimas semanas ¿no son las señales? Durante los últimos dos o tres años hemos visto a chicos de Madrid, Tottenham o Atenas protestar contra los efectos de las políticas neoliberales de recortes y atraer la atención acerca de su destino como generación perdida. Sin embargo, estas manifestaciones estaban todavía ligadas de alguna manera al dogma del Estado nacional. La gente se rebelaba en cada uno de esos países contra la política alemana-europea de la austeridad y rigor, adoptada por los respectivos gobiernos.
Pero lo ocurrido durante la semana pasada habla ya otra lengua: 40 sindicatos de 23 países han llevado adelante una “jornada de acción y solidaridad”. Los trabajadores portugueses y españoles han cerrados las escuelas, paralizado el tráfico e interrumpido el transporte aéreo en la primera huelga general coordinada a nivel europeo. A pesar de que el ministro español del Interior haya hablado de “protestas aisladas”, durante la huelga han sido arrestadas sólo en Madrid 82 personas y 34 han resultado heridas, entre ellas 18 agentes de policía. Estas protestas difusas en toda Europa han venido precisamente en el momento en que muchos creían que Europa había encontrado la solución mágica a la crisis del Euro: El Banco central europeo tranquiliza a los mercados con su compromiso para comprar, en caso de necesidad, títulos de los estados endeudados. Los países deudores —ésta es la promesa— deben “sólo” adoptar posteriores y más duras aún medidas de ahorro como condición para la concesión de créditos por parte del BCE, y así todo irá bien.