Por Paco RODRÍGUEZ DE LECEA
En unas declaraciones desde Bruselas, Mariano Rajoy se ha hecho a sí mismo la reflexión de que sería bueno que Alexis Tsipras perdiera el referéndum y así dejara el mando de una vez, para que otro gobierno, de otro color, rectificase el lío que se ha organizado y prosiguiese la imparable marcha de Grecia hacia el superávit y la superación de la crisis dentro de una Unión Europea más unida y cohesionada.
La ministra de Agricultura española, Isabel García Tejerina, ha sido más explícita todavía, al advertir que «las urnas son peligrosas» (¡qué confesión inefable para una supuesta demócrata!) y apuntar: «Grecia crecía al 3% y en cinco meses están haciendo cola para sacar 60 euros.»
No se trata del club de la comedia, atención; son declaraciones serias. Ciertamente, cabe alegar en favor de los dos opinantes que no están hablando de Grecia, por más que una primera impresión superficial apunte en ese sentido. Son dos ejemplos clásicos del añejo refrán castellano «A ti te lo digo, hijuela; entiéndelo tú, mi nuera.» Es decir, Grecia les trae al pairo a los dos. A Grecia, que le den. Mariano no sabe con exactitud por dónde cae la península helénica, por más que un avión lo dejara allí mismo cuando fue a echar una mano a su amigo Andonis Samarás, cuando las últimas elecciones. Es probable que, dada la rígida concepción geopolítica de nuestro presidente, piense que Grecia es vecina de la Venezuela chavista, situadas ambas en el mismísimo “eje del mal”.