Por Antonio SÁNCHEZ NIETO
Nunca la defensa de la democracia durante la transición congregó las multitudes que ahora moviliza la independencia en Cataluña. He visto miradas puras, extasiadas de alegría y esperanza, sintiéndose testigos de la aurora de un nuevo país; masas sonrientes a la luz de las velas cantando Els segadors o La Santa Espina , o marchando ordenadamente, entre un océano de banderas, tras sus autoridades políticas, representando un espectáculo de innegable emotividad: una multitud festiva y aseada que protagoniza una fiesta y no la tragedia que suele ambientar esos actos fundacionales. Un poble en marcha. Un espectáculo más que épico, lírico. Resistencia a lo Gandhi, pero sin desarrapados. Una imagen magnífica de guapa clase media.