Por Javier VELASCO
Todos los argumentos en que se basan las medidas llamadas de austeridad tratan de legitimarse en base al crecimiento económico que se producirá una vez que la economía pública y privada esté saneada. Esto significa que la crisis es diagnosticada como una contingencia originada por la irresponsabilidad conjunta de los compradores de vivienda y de los prestadores de dinero. Así, los consumidores, que querían afanosamente tener un piso, se encontraron con unos bancos que no dudaron en prestarles dinero, obviando toda prudencia financiera. De esos polvos, estos lodos. La autoridad del sistema queda salvada y los culpables señalados: la población consumidora que compró lo que no tenía que comprar y los bancos que prestaron lo que no tenían que prestar. Ellos nos habrían llevado a la ruina y, por eso, tienen que pagar. Eso sí, más la población que los banqueros. Todos sabemos por qué. Pero la cosa es más complicada, y sobre ella hablaré en este y en sucesivos comentarios del blog. Una es la causa principal, varias las secundarias. La crisis financiera aparecería más bien como una consecuencia que como una causa. Un epifenómeno del origen: el fin de una época. Algunos rasgos de lo que serán comentarios futuros de este blog: